Si no has notado que tu mente tiende a irse por diferentes caminos e hilos de pensamiento durante tu meditación, probablemente sea porque aún no te has dado cuenta que lo hace; porque nos pasa a todos.
El objetivo de tu práctica diaria no es evitar estos pensamientos, sino saberlos observar, y saber dejarlos ir, sin aferrarse a ellos.
La metáfora del océano
Hagamos un ejercicio breve:
Imagina que te sientas en un barco que se encuentra en medio de un inmenso mar. Ahí puedes ver pasar peces y animales marinos de todo tipo; unos coloridos y muy bonitos, y otros grandes e intimidantes, no tan bonitos. A veces, pasará alguno (cualquiera de los dos tipos) que te intrigará, y cuando menos te des cuenta, estarás lanzándote al mar persiguiéndolo.
Cuando veas que eso pasa, simplemente regresa al barco, y nuevamente empieza a mirarlos pasar, sin poner atención en ninguno en particular; de otra manera te atorarás a la mitad del océano, entre tantas olas que parecerá que no puedes moverte en ninguna dirección.
Es más fácil ver en aguas claras
En cuanto dejas de moverte intentando perseguirlos, tu proverbial barco no se agitará y generarás menos olas; dejando el océano de un tono más claro. Y eso no es todo—mientras menos te mueves y más quietud logras, verás que el agua se convierte cada vez en un tono más transparente, dejándote ver con perfecta claridad cada uno de los peces que pasan debajo de ti.
Al pasar a un estado de tranquilidad absoluta y consciencia plena, descubres que—curiosamente—entre menos haces, más logras ver. Entre menos te esmeres en perseguir y más te enfoques en ser consciente sin interactuar ni juzgar, más podrás alcanzar a ver.
El océano de nuestra mente
Los pensamientos son muy similares a estos peces. A veces, en el vasto mar de nuestra mente, pasarán pensamientos buenos y pensamientos negativos. Simplemente obsérvalos, y déjalos ir. No te aferres a ellos ni intentes perseguirlos.
Si en algún momento notas que te dejaste llevar por uno, solo enfócate nuevamente en tu respiración.
Realmente es así de sencillo. No trates de lanzarte al agua y nadar, jamás podrás alcanzarlos. Míralos pasar de la manera menos intrusiva, y ellos seguirán su paso.
No intentes bloquearlos tampoco, porque no lo lograrás. Sería como ponerte una venda en los ojos e intentar navegar el barco, esperando milagrosamente volver al puerto. Míralos llegar y marcharse, sin juzgarlos, mientras te enfocas en tu inhalación y en tu exhalación.
¿Por qué enfocarse en la respiración? ¿Es obligatorio concentrarse en esto? Resuelve tus dudas en nuestro artículo sobre la respiración.